Yashmina

No había pensado las consecuencias cuando gritó: ¡Estudiaré! ¡Seré abogada! ¡Me casaré por amor! ¡Decidiré ser madre! Cuando disparaba sus dardos contra la multitud que  llenaba el mercado de Teherán sabía el riesgo que corrían sus 11 años. El silencio llegó tarde. Su mensaje había calado en las mujeres que observaban admiradas. “Mi muerte no será en vano” pensaba orgullosa y era feliz. Las miradas confirmaban que sus palabras habían prendido la llama de la antorcha que otras portarían.

Palabras contra la injusticia

Karem sabía que su tiempo era ya limitado. Sólo quedaba esperar a que el juez pronunciase su sentencia. Antes de que las palabras lapidasen su frágil existencia sólo quedaba poder elevar la voz contra la injusticia que sobrevolaba sobre las mujeres de su país. Su crimen había sido levantarla  contra la injusticia que hacía de sus iguales simples  figuras decorativas de las que se esperaba única y exclusivamente la sumisión y obediencia a los hombres. Ella había utilizado su acto reivindicativo para demostrar que no tenía que ser así, que la mal llamada tradición estaba para ser aniquilada por el poder de la razón y acompañarla de la palabra para sacar de aquel agujero inmundo a las mujeres de su pueblo. No había pensado en las consecuencias cuando en la plaza de su aldea elevó la voz para decir que ya no permitiría que nadie la tratase como un ser inferior, que quería estudiar como los hombres, que quería ser abogada como sus hermanos, que quería casarse por amor y formar una familia si ella como ser humano lo creía necesario. Cuando disparaba aquellos dardos contra los hombres que seguidos de sus mujeres llenaban el mercado de Teherán sabía que asumía un riesgo que ella consideraba necesario. Cuando los guardianes de la fe se acercaron a ella para hacerla callar sabía que su mensaje había llegado a las mujeres que la observaban con la admiración que despierta el que no teme decir lo que piensa. Ella desde aquel momento sabía que apenas sería su muerte un recuerdo en la mente de las que la escuchaba pero a pesar de todo consideraba en lo más hondo de su espíritu que había hecho los que debía.

Ella nunca lo sabría pero aquellas palabras habían calado en el espíritu de las mujeres que caminaban detrás de sus maridos en el mercado de Teherán y que había prendido la llama de la lucha que otras llevarían adelante con el recuerdo de Karem.

La carrera del corredor de fondo

Hace un año, cuando me hicieron la primera entrevista como escritor, la expresión de más impacto fue la que da título a este artículo. Esa es la sensación que yo sentía y sigo sintiendo desde que me lancé a la aventura de dar visibilidad a las historias que guardaba en un cajón de mi memoria.

A las dudas iniciales sobre la calidad de lo que había generado mi imaginación en los últimos años le siguió la euforia de pensar ¿por qué no darles una oportunidad? Así comenzó la carrera que me ha llevado hasta aquí. Horas de revisión de materiales, de ortocorrecciones, de enmaquetado y, por fin, los penúltimos metros. Sí, has leido bien, los penúltimos, porque cuando uno se lanza al mundo sólo, nunca van a llegar los últimos metros que nos llevan a la meta y, por tanto al final de nuestra carrera.

La libertad del corredor de fondo también tiene sus dificultades, que en este caso, a pesar de no ser pocas, te animan a continuar. Ya tienes en tus manos el fruto de muchas horas de trabajo, pero sólo lo tienes tú. En la soledad de tu despacho puedes pasar horas y horas regocijándote de lo bien que ha quedado, pero, en ese preciso instante te das cuenta de que, a pesar de las horas que has invertido, solo has dado un pequeño paso. Tu obra ha pasado de la oscuridad de tu memoria a la poca luz de tu hogar.

Ha dado comienzo la siguiente etapa, hacer que tu obra salga de tu cuarto y comience a caminar entre millones de libros que salen de las mentes de los escritores todos los días. Pero, igual que cuando lo escribes, lo corriges una y otra vez, lo enmaquetas y buscas un artista que le ponga rostro -gracias Jose por ser tú quien lo hace en mis obras-, sigues estándo solo, porque la libertad de ser un escritor independiente tiene ese precio, que debes pagar.

Aunque pueda deducirse de mis palabras que ser escritor independiente es lo peor que le puede suceder a un escritor, nada más lejos de la realidad. En estos dos últimos años, he conocido a muchas personas que merecen mucho la pena, que me han enriquecido con sus experiencias y que como yo, son corredores de fondo. He valorado mucho lo que suponen las opiniones de los lectores, las positivas pero sobre todo las negativas, que son las que te hacen mejorar. Me han sonrojado sus palabras cuando han hablado de mi trabajo, la sorpresa de los que me conocen cuando descubren que cuento historias, en prosa y en verso.

Por eso, seguiré siendo un corredor de fondo en busca de los penúltimos metros que me lleven a la meta.

Yasmina

No había pensado las consecuencias cuando gritó: ¡Estudiaré! ¡Seré abogada! ¡Me casaré por amor! ¡Decidiré ser madre! Cuando disparaba sus dardos contra la multitud que  llenaba el mercado de Teherán sabía el riesgo que corrían sus 11 años. El silencio llegó tarde. Su mensaje había calado en las mujeres que observaban admiradas. “Mi muerte no será en vano” pensaba orgullosa y era feliz. Las miradas confirmaban que sus palabras habían prendido la llama de la antorcha que otras portarían.