Tres acordes para una antigua melodía


Sinopsis:
La aparición del cadáver del Conselleiro de Industria en estrañas condiciones, el descubrimiento de otros dos cadáveres con el mismo modus operandi. La única relación entre las tres víctimas está en unas vacaciones en un pueblo de la costa gallega en el mes de agosto del año 75. Las circunstancias que rodean a las víctimas hace pensar en una venganza por un suceso que acontecido en ese verano del 75. El encargado de la investigación, el inspector García, debe regresar a San Martiño do Conde, un pueblo en el que en su pasado ha tenido que investigar otros casos. Una historia con un final inesperado. Una novela para los amantes de la novela policíaca.

Enlaces para su adquisición:
Amazon: https://a.co/d/9MAEPYJ
Kobo: Tres acordes para una antigua melodía eBook de Manuel Antón Mosteiro García – EPUB | Rakuten Kobo España
BitBook: https://bitbooklite.com/p/profile/?id=1151

Página de autor en Amazon: Amazon.com: Manuel Antón Mosteiro García: books, biography, latest update
Página web de autor: http://www.bateledicions.gal
Enlaces a entrevistas sobre:
https://youtu.be/qH4OK1MpcSg
https://youtu.be/6VNttXK8aZs
https://youtu.be/4Z1f_o1H_4Y

Entrevista

Vai cobrar a Rusia

Traballando na próxima novela. Velaí un adianto….

Cando Carme entrou na casa da avoa sentiu un baleiro inmenso. A voz da que durante toda a súa vida a recibira cada vez que abría aquela porta hoxe fora substituída por un silenzo que a mergullara na máis profunda das tristuras.
A avoa Xosefa que fora a súa guía e confidente dende a nenez xa no estaba para recibila e agarimala como fixera dende que puxera os seus pés naquel lugar nos seus primeiros meses de vida.
Ela, por expreso desexo da vella e coa conformidade do resto da familia, herdara a casa na que pasara os mellores momentos da súa vida, sempre na compaña daquela muller que espertaba tanta admiración e misterio á vez.
Sempre tivera a sensación que a avoa agochaba unha historia diferente á que lle fixeran crer. Xurdira entre elas un elo de complicidade que ningunha das dúas tivera con ninguén máis.
A avoa quedara viúva moi nova con dous fillos o seu pai, Adolfo que tiña o mesmo nome que o seu avó, que tiña 2 anos daquela e o seu tío Pepe que apenas tiña uns meses. A morte do avó sempre estivera rodeada para ela de
misterio e cando preguntaba que lle acontecera sempre recibía a mesma
resposta: a morte do avó foiche cousa daqueles tempos. Nunca chegara a saber cal fóra a “cousa daqueles tempos” que a privara da posibilidade de coñecer ao avó Adolfo pero cando pensaba nisto, sentía noxo de si mesma porque coidaba que se non morrese o avó non terían a relación que chegaran a ter as dúas. Tiña a sensación de que a vella se encariñara con ela para encher o oco que deixara
nela a morte do seu home.

Fina y Ramón

―¡Abuelo! ¿Por qué hay un crucero en casi todas las encrucijadas de la aldea?

Todos los cruceros de los caminos tienen una historia. Una historia común que los vincula, pero muy diferente. Unos fueron construidos para recordar a un condenado a muerte, otros porque en esa encrucijada se produjo una muerte violenta. En Chans de Paradela hay un crucero. En el cruce de tres caminos se levanta un recuerdo de ella.

Yo no había nacido en el momento que sucedió todo. Había sido una historia que nadie hubiera querido contar. Cada vez que paso por ese lugar, mis ojos se posan en aquella vieja cruz que reposa sobre la tierra. Piedra de cantería sobre tierra maldita, con un Jesucristo de rostro triste. ¡Cuánta pena se refleja en esos ojos pétreos! Ese recuerdo producía en mí una necesidad de querer saber la verdad del crucero. Un manojo de imágenes en mi mente, fluyen panorámicas en mi noche de ideas. Me invade una sensación de haber estado allí cuando sucedió todo. Acaso en mi otra vida, quien sabe.

Una mañana, cuando caminaba lentamente por las calles, me encontré con el ciego que siempre estaba solo. Un ciego de muchos años, con su sonrisa amarga y corazón triste. Sus piernas encorvadas apenas eran capaces de soportar sus huesos. Venía hacia mí, como si hubiese percibido mi presencia. Tuve un deseo irrefrenable de saberlo todo, averiguar lo sucedido allá donde se irguió el crucero; sólo él podría saberlo.

Me dirigí al ciego preguntándole:

―¿Por qué hay un crucero en el camino que lleva a la ermita del Sar?

Es una larga historia, amigo. Ya nadie se acuerda de ella después de tantos años. Déjame que antes de comenzarla pose mi cuerpo, que ya es muy viejo. Sus palabras ocultaban un dolor que resultaba ajeno a todo aquel que oyese la historia que solo él rememoraba. Aquella sensación me inquietaba. Caminamos lentamente, muy, muy lentamente, a la Chaira de Paradela. Allí era donde vivía. Después de reposar sus huesos retomó la historia.

Es una larga historia. Hermosa pero triste. Ya ha llegado el momento de que alguien sepa lo que realmente sucedió. De mantener tanto tiempo el silencio se me está envenenando la poca sangre que me queda. Tú no nacieras, ni mucho menos. Sucedió en el mes de agosto. ¡Siempre el mes de agosto! Cuando no llueve, se muere alguien. Fue durante las Fiestas Patronales. Fina, la joven más hermosa de toda la comarca. Parece que la estoy viendo: cabellos dorados, como los rayos de sol, ojos azules, como el agua del mar. No sé por qué te digo esto, tú no has visto el mar. ¡Qué hermoso es el mar! Cuánta razón tenía el viejo. Lo que más siento es tener que haber esperado tanto para verlo. ¡Qué hermoso es el mar! Su cuerpo era como el de una muñeca, como las que venden en las fiestas. ¡Bah! No sé qué pretendo con todo esto que te estoy diciendo. ¿Qué entenderá un niño de muñecas de feria?

Las palabras del viejo ocultaban una angustia que se me clavaba en el alma, mientras hablaba de la joven perseguida por la desgracia. Debió haberla conocido, quizás fuesen amigos, quizás novios.

Como te decía. Fina era la joven más hermosa de la comarca. En las Fiestas, conoció a Ramón, un joven de muy buena planta. Había venido a pasar el verano a la aldea, donde sus familiares tenían una casa. Era hijo de unos emigrantes en Alemania. Tú todavía no sabes cómo sois los jóvenes en las noches cálidas de agosto. Mientras en el recinto de la fiesta tocaba un gaitero, los jóvenes Manuel Antón Mosteiro García bailaban la muñeira y los viejos bebían en la taberna. Ellos mientras se prometían amor eterno. Comenzaban a pensar en un futuro juntos. Todos pensaban: <<¡Bah! Son cosas de adolescentes.>> Pero entre ellos había nacido un vínculo que sólo podría destruir la muerte. Los padres intentaban disimular su incomodidad, pero se ponían en lo peor. Tú todavía no sabes cómo podemos llegar a ser los viejos, cuando pasan los años uno se olvida de lo que hizo cuando era joven. ¡Siempre dejándonos llevar por el qué dirán! Pero que no hacemos cuando somos jóvenes.

Se buscaban en los caminos. Se miraban entre las conversaciones que no les interesaban. Se encontraban en las noches de luna para hacerse promesas bajo sus miradas amorosas. Unían sus manos en un rito milenario, el cortejo amoroso. Como siempre, todo inicio tiene su final, aquel mes no sería una excepción. Se marcharon los últimos rayos del verano al finalizar los últimos días de fiesta dejando paso a las lluvias. Ellas siempre traen desgracia y muerte a la tierra. Con ellas se fueron las reuniones alrededor de una gaita, también la alegría de los novios. Regresarían las noches a la lumbre, los recuerdos del verano que sólo perviven en nosotros. Muchos marcharon, muchas prometieron esperar. En lo más hondo de su ser, mi viejo amigo, hijo de campos y campiñas, era un auténtico filósofo de aldea. Moría en deseos de hablar de las cosas que conocía de sus andanzas por otros mundos. ¡Cuánta razón tenía mi rey de los campos!

Como te decía. Ramón fue uno de los que se marchó. Lo esperaba Alemania. Estaría allí durante nueve meses, nueve largos períodos de espera, deseando que regrese el verano. Ramón prometió regresar, Fina esperar. Nunca se sabe los cambios que te depara la vida. Tenlo siempre en cuenta, muchacho. Te resultará de gran utilidad. Durante los primeros meses, las cartas llegaron a diario, letra tras letra trazadas con cariño en un papel blanco. Pero el futuro estaba al acecho con las garras afiladas. Pasaron los meses y las cartas de Ramón no obtuvieron respuesta. Tantos planes para nada, ese era Memorias de un joven de aldea su destino, caminar solo por los caminos de la felicidad. Tarde o temprano todo acaba sabiéndose.

Fina se vio obligada a casarse con un viejo. ¡Siempre los viejos! El viejo, los padres, la miseria, el dinero, todo influye para que una joven oculte su corazón triste en una jaula dorada. ¡Mal rayo parta a los viejos casaderos! Él era hombre de dinero, ella su tesoro. Comenzara a enamorarla desde la marcha de su rival. Ramón ya no estaba presente para impedírselo. Ella lo odiaba, pero sus padres… ¡Siempre los padres! Le aconsejaron que se casara. Tendría todo lo que jamás había soñado y sus padres huirían de la miseria que los consumía. Sus padres le dijeron que Ramón no regresaría. En Alemania siempre habría otra. En la aldea todo era diferente. Él no recordaría a la joven que había dejado atrás. Sólo sería un recuerdo lejano de un verano. Él había nacido en el extranjero. ¡Los padres siempre pensando en el futuro!

La boda resultó ser muy modesta, ni fanfarrias ni cohetes. Fina se escondía bajo un velo de tristeza. Las pupilas no brillaban como en el verano. Toda la oscuridad de la tierra invadía su rostro. Sus ilusiones futuras se habían venido abajo, los sueños junto a su Ramón, sólo eran sueños. Después de la boda no volvió a salir de casa, pasaba las efímeras tardes de invierno con el rostro pegado a la ventana del porche. Al viejo no le cabía la presunción en el pecho por la joya que acababa de robar. Los aldeanos percibían en el aire la presencia de la muerte.

Una lágrima resbalaba por su mejilla cada vez que miraba pasar a un joven de su edad por la calle. Todos le recordaban a su Ramón. Todo el mundo era libre, menos ella. Con el paso de los meses su rostro se fue marchitando. Ya no brillaban las pupilas de sus ojos como en las noches de verano cuando reposaba en los brazos de su príncipe.

Cuando llegaron los primeros rayos del mes de los enamorados, regresó Ramón. En la aldea, no se percataron de su Manuel Antón Mosteiro García llegada. Ya nadie recordaba al joven que había sido capaz de despertar el amor en un cuerpo de adolescente por el que hoy regresaba con el deseo de cumplir la promesa que había hecho hacía casi un año. Ramón siempre había sido un joven de palabra.

Llegó a la estación como un preso que regresa a la libertad después de muchos años de prisión. No lo esperaba nadie. Todo su mundo comenzaba a destruirse a sus pies al no percibir la presencia de la que le había ayudado a levantarlo. Todas las palabras que había acumulado en el viaje de regreso se fueron desvaneciendo una a una tras las huellas que dejaba camino de la taberna de la estación. Entró en ella muy despacio. Como nadie se percató de quien era fue tratado con la misma indiferencia que los otros pasajeros que esperaban un tren que no llegaba.

Allí, sólo se hablaba de Fina, la joven que miraba desde la ventana esperando a alguien. Escuchó todo lo sucedido en sus meses de ausencia. Su corazón se cubrió de un gran dolor y de rabia incontenida. En sus pupilas nacieron dos lágrimas, en su corazón latidos de tristeza y de muerte. Salió de la taberna sin llamar la atención de los que no lo vieron entrar. Estaba dispuesto a todo.

Llegó la noche. Fina esperaba en su escondrijo de enamorados, allí había comenzado e allí terminaría su historia de amor. En la Chaira de Paradela se desprendía un olor a desgracia y a muerte. En la planicie bajo la sombra de los árboles, la luna llena brillaba en las cumbres condenada a ser el primer y último espectador de esta tragedia.

Ella gritó:

—¡Ramón!

Non obtuvo respuesta. El tiempo pasaba muy despacio. De repente, una sombra al abrigo de la luna. Dos ojos en la oscuridad. La sombra tomó cuerpo, el cuerpo rostro y el rostro recuerdos. Su cara reflejaba odio contenido. Si los ojos fuesen cuchillos ya estaría muerta. En el aire se respiraba un olor a desgracia y muerte.

Entre las manos, a través del reflejo de la luna, brillaba Memorias de un joven de aldea mortal, el arma de su odio. Sólo se oyó un grito de angustia.

—¡Si no eres mía, no serás de nadie!

Allí, en la Chaira de Paradela, apareció al día siguiente con el cuchillo entre sus manos, frías, blancas y por primera y última vez, muertas. Todos hablaron de suicidio. Nadie se acordó de Ramón, el joven que había llegado de Alemania.

Los ojos se le llenaron de lágrimas. Mientras seguía su camino, lo tuve todo claro, él era…

Comprometerse coa lingua é comprometerse cos proxectos normalizadores (2013)     

Estes días ando a remexer nos artigos que me enviaron do Concello de Bueu como membro do Xurado do Premio de Xornalismo Johan Carballeira. Ao fío da lectura das propostas presentadas polos xornalistas participantes xurdiu a reflexión que agora quero compartir con todos os que len as páxinas deste xornal, un dos poucos que aposta polo galego como lingua e como sinal de identidade propia desta terra. 

O premio do que son xurado dende hai xa un feixiño de anos ten sempre un grande atranco que preocupa a Xabier, o secretario do premio e quen exerce o seu día a día como animador sociocultural do concello morracense. Por que son tan poucas as propostas que se presentan para un dos poucos premios xornalísticos que hai nesta terra? Moitas veces, cando me traslada esta inquedanza, pensa que a pouca participación hai que procurala na pouca repercusión que ten o certame entre os xornais galegos. Eu, son dos que penso, como outros que foron membros do xurado nalgunha das súas edicións e mesmo premiados, hai que procurala no pouco que se escribe e se publica en galego na prensa deste país. Aí é onde está o cerne da escasa participación e a cuestionable calidade dos artigos, crónicas, entrevistas, reportaxes ou artigos de opinión que chegan cada ano como candidatos ao premio.  

Se botamos unha ollada á prensa en galega que sae todos os días á rúa, a presenza da nosa lingua segue a ser marxinal, non hai máis que botar unha ollada ás páxinas de La Voz de Galicia, do Faro de Vigo, La Región, El Progreso, Diario de Pontevedra. Ollo ao dato, todas estas cabeceiras en perfecto castelán. Será pola súa importante presenza fóra da nosa terra? Nada máis lonxe, a non ser o caso de La Voz de Galicia, porque dos outros a súa repercusión fóra de Galicia é unha anécdota. Os xornais galegos seguen deixando á nosa lingua os espazos comarcais, locais, columnas de opinión ou mesmo ás páxinas de sucesos. Mantendo a actitude diglósica que xa vén dende o século XVI e máis de trinta anos despois da aprobación da Lei de Normalización Lingüística.  

O espazo para a lingua galega é curiosamente o máis próximo ás sociedades modernas, o dixital. Aí é onde o galego está a atopar un ámbito no que poder manterse e mesmo fornecerse como lingua. Tres son as cabeceiras nas que se mantén como lingua exclusiva, Praza pública, Diovo e Sermos Galiza. A imaxe do galego asóciase ás novas tecnoloxías, pero aínda o groso da poboación está moi lonxe deste espazo maioritariamente da mocidade. 

Curiosamente, poderíase pensar que van ser os xornalistas destas cabeceiras que apostan pola nosa lingua os que van fornecer os candidatos a este premio que este ano cumpre dez anos. Non é así, nin cando existía o semanario A Nosa Terra, a presenza de participantes publicados neste xornal eran maioritarias. Parece estrano que estes xornalistas comprometidos coa nosa lingua non dea un paso adiante asumindo como propio un dos poucos premios xornalísticos que existen en Galicia comprometido coa nosa lingua e coa nosa terra. Non sei se a difusión do premio non é a correcta, como ás veces pensa Xabier ou cren que o seu labor xornalístico non ten o nivel axeitado para ser presentado ao Premio de Xornalismo Johan Carballeira.  

Non sei se algunha vez seremos quen de atopar a resposta a esta cuestión e sobre todo, poder corrixir esta anomalía. Pero o que si teño claro é que Johan Carballeira, un dos grandes xornalistas galegos de principios do século XX, e que dá nome a este premio, ben merece que todos os xornalistas que militan na nosa lingua e que se comprometen cada día con ela, tamén o fagan cun premio que, coma eles, milita e se compromete co seu labor de normalización do uso do galego no ámbito xornalístico. 

Non falo hoxe das propostas presentadas porque ata o 18 de maio, data na que nos xuntaremos os membros do xurado, ese será o momento de falar dos candidatos e sobre todo do premiado. 

Falemos galego. Do Entroido a himno reivindicativo (2014) 

Poucos veciños do Morrazo sabían ata agora que unha das cancións bandiera da defensa da nosa lingua, ‘Falemos galego’ que popularizou A roda, nacera no Morrazo aló polo década dos 70 como cantar do entroido. O seu autor foi un veciño de Bueu, José Diz, ao que hai uns días a Asociación cultural Ricardo Gómez Buceta xunto co Concello lle fixeron unha homenaxe e fixeron xustiza. 

Todos se preguntarán como dende o entroido desta vila mariñeira puido chegar a converterse nun himno da defensa do galego. Como en máis dunha ocasión foi grazas á casualidade e a unha serie de feitos que tiñan que producirse e se produciron. Durante os primeiros anos da década dos 70 un grupo de mozos do Morrazo entre os que estaba o meu Seso Portela, co que temos compartido máis dunha aventura política e cultural, estaban facendo o servicio militar e comezaron a cantar para calmar o aburrimento. Con eles estaba un mozo vigués que despois faría carreira no mundo da música, Suso Vaamonde. Cando o Suso escoitou este cantar de carnaval quedou a escoitar e cando remataron pediulle a Seso que lle escribise a letra. Así a composición de José Diz pasou a formar parte do repertorio de Suso e a converterse no que hoxe é. 

Outra casualidade do destino fixo que a canción chegara aos membros de A roda e que fosen estes os que lle desen o pulo definitivo para convertela no cantar de defensa do noso idioma. Despois de que moitos pensaran que a composición fora obra dos da Roda chegou o momento de que o seu autor teña o recoñecemento que realmente se merece. José Diz é un home discreto e nada fachendoso, pero iso non quita que os veciños do Morrazo e os galegos lle recoñezamos o seu labor. 

Dende a nosa atalaia

Dende a nosa atalaia observamos o ir e vir das xentes dende a orixe dos tempos. A nena que cada mañá camiñaba pola area hoxe é a avoa que camiña coa súa neta; a súa filla ten que saír cedo para o traballo e non pode acompañalas. É o sino dos tempos, avós que exercen de pais.
Esta noite a praia tivo moito movemento. A treboada puxo en perigo a vida dos mariñeiros. As mulleres que agardaban polos seus homes xa non o farán cada mañá á pé do mar. Os seus homes xa non sairán como cada mañá ao mar. É o sino dos tempos, xogarse a vida para dar de comer aos seus.
Lonxe quedan os tempos antigos nos que todos acodían onda nós na procura da nosa protección. Xa ninguén lembra que nós somos os vixías protectores das súas vidas. É o sino dos tempos.

Cíclopes

Nas ribeiras das feras costas os cíclopes loitan contra as augas na procura dos tesouros que as profundidades agochan. Saben que as súas forzas non conseguirán sacar do cerne das feras augas oceánicas a beberaxe das súa supervivencia. Malia saber que a historia está unha vez máis contra eles, non renunciarán a manter viva a estirpe dos seus avoengos.

Ulises

Home, mar, soidade. Na noite dos tempos, entre as ondas bravas do mar, chegou de lonxanas terras o home que ía salvar o mundo da soidade e da indiferenza.
Mariño, desesperación, morte. Aquel mariño cangado de soños fuxía da desesperación dun pobo que condenaba ós seus fillos á morte máis cruel.
Ulises, Ítaca, Caronte. Este novo Ulises do século XXI procuraba a nova Ítaca cal o Caronte dos novos tempos a súa ribeira maldita.